Carta al amor propio: Yo soy yo. Tú eres tú.
Yo soy Yo.
Tú eres Tú.
Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas
Tú no estás en este mundo para cumplir las mías.
Tú eres Tú.
Yo soy Yo.
Tú eres Tú.
Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas
Tú no estás en este mundo para cumplir las mías.
Tú eres Tú.
Yo soy Yo.
Si en algún momento o en algún punto nos encontramos
será maravilloso.
Si no, no puede remediarse.
será maravilloso.
Si no, no puede remediarse.
Falto de amor a Mí mismo
cuando en el intento de complacerte me traiciono.
cuando en el intento de complacerte me traiciono.
Falto de amor a Ti
cuando intento que seas como yo quiero
en vez de aceptarte como realmente eres.
cuando intento que seas como yo quiero
en vez de aceptarte como realmente eres.
Tú eres Tú y Yo soy Yo.
Esta palabras fueron escritas por Fritz Perls, un gran neuropsiquiatra psicoanalista que, junto con su esposa Lore Posner, se esforzó por explicarnos de forma simple cómo creamos nuestro mundo. Juntos procuraron que entendiésemos que queriendo complacer a los demás nos convertimos en nuestros propios verdugos y que valorar como verdadera nuestra propia realidad es el primer paso para comprendernos y seguir avanzando.
Lo cierto es que las mentiras que más daño nos hacen no son tanto las que decimos como las que vivimos. Hay momentos en nuestra vida que podemos caer en el error de vivir en una realidad falsa que a veces incluso nos podemos llegar a creer.
Vivir encerrado en la jaula que uno mismo crea significa creer en unos valores y promulgar otros, mostrarnos fuertes y no estarlo, sentir miedo y disimularlo, mostrar interés y no tenerlo y un sinfín de posibilidades…
En realidad esta falsedad es creada por todos nosotros en algún momento de nuestras vidas. Aunque es excesivamente común hacerlo, las razones por las que nos comportamos de este modo no tienen por qué ser aceptables socialmente; es decir, podemos hacerlo para conseguir respeto, dinero, poder o prestigio. Esto no solo supone un engaño a los demás sino que significa rechazarnos y no creer en lo que pensamos y sentimos como seres individuales y únicos.
Podemos reflejar nuestra falta de autenticidad en muchos momentos de nuestra vida. De hecho, con frecuencia, la forma que tenemos de fallarnos es tan simple que basta con negar que nos comimos la última porción de chocolate que quedaba en el armario o que no hemos sido nosotros los primeros en encontrarnos rota la persiana.
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